by: malom_shlasters | Complete Story | Last updated Mar 20, 2011
This is an EROTIC tale, a crossover fanfic with Sailor Moon and Dragon Ball Z characters. Sailor Moon resurrects the Vegeta Planet and Vegeta is chosen to be the guardian of it. Haruka and Michiru's duty is to transform him into Sailor Vegeta and teaching him the power of the female-to-female love. **Yuri and Loli explicit content. One Shot. SPANISH ONLY.**
Chapter Description: Sailor Uranus and Neptune recieve their visitant from planet Vegeta. The Education begins.
[size=4][B]LA EDUCACIÓN DE SAILOR VEGETA[/B][/size]
Las coloridas estrellas de una nebulosa refulgían en la noche perpetua de la fortaleza de Artemisa, sede de algunas de las fuerzas femeninas protectoras del Cosmos. Dos féminas, compañeras de vida y de pasión, gobernaban juntas este recóndito y exquisito sitio, tan alejado de cualquier forma de vida pública que casi cualquier fantasía, por más escandalosa que pudiera ser, podía ocurrir.
Tendida sobre el tálamo de un balcón en donde podía contemplar la brillantez del Universo, yacía la defensora de Neptuno, Michiru. En una postura de completa paz y relajación, vistiendo una vaporosa túnica y una braga de tela ligera ceñida a su divino sexo, la bellísima mujer participaba de la comunión de amor con su compañera de toda la vida. Arrodillada frente al diván y totalmente desnuda, en la única posición lo suficientemente humilde para adorar a una diosa, Haruka, la preciosa manceba guardiana de Neptuno, se entregaba a satisfacer a su mujer.
Con total consagración, Sailor Uranus acercaba, una y otra vez, sus labios hasta la vagina de Michiru, quien con los ojos cerrados y una sonrisa de vibrante placer, recibía lamida tras lamida de su compañera y amante.
Como los dorados fuegos artificiales que coronaban ese idílico paisaje, estallidos de placer recorrían el cuerpo de Michiru, quien se retorcía riendo a cada movimiento de lengua de su mujer. De pronto, Sailor Neptune arrojó sus manos hacia la cabeza de su servidora, y jaló sus cabellos con fuerza suficiente para hacerla gritar. Pero la fiel defensora de Urano reconoció ese intento de orgasmo, y aún con crispada por el dolor, continuó su labor sin queja alguna. Una estrella diferente brilló en el firmamento, con un fulgor inesperado, y parecía acercarse a donde nuestras dos heroínas yacían. Las manos de Michiru toman ahora a Haruka de las sienes, y levanta su cabeza hasta hacerla encontrar con su mirada; la expresión de Haruka, de dolor y cansancio, pero en que no cabía muestra de debilidad fue a fin de cuentas lo que le hizo enamorarse de ella. Haruka también la mira, perfecta como una diosa, con la sensual sonrisa de aprobación que es lo único que de ella anhela. Los cabellos verdes de la diosa de Neptuno oscilan con suavidad y acarician su mejilla, mientras Michiru levanta el cuello de Haruka y le da un tierno y corto beso en los labios.
Michiru se levanta del diván, acicalándose levemente el cabello, con las piernas aún temblando por el delicioso orgasmo, y luego se acerca al ventanal. Haruka, como bien sabe, no se levantará hasta que su señora se lo indique, pero voltea la cabeza para observar lo que Michiru trama.
“Ya está aquí”, dice Michiru, mientras observa que el bólido azul crece en el firmamento inmediato de la colina de la Diosa.
La expresión de Haruka es de leve disgusto, y con sospecha en su ceja, indica: “Que venga, pues”.
Michiru sonríe hacia esta estrella fugaz, que está tan sólo a cinco minutos de aterrizar en su asteroide. Haruka no adivina esa expresión, hasta que Sailor Neptune se da la vuelta, y con ligero y despreocupado andar le extiende la mano. Haruka se levanta mientras su señora le toma los hombros con las manos, y pasa el brazo alrededor de su cintura para escoltarla.
Las dos damas caminan lentamente por los sobrenaturalmente perfectos pasillos de cristal, bajo esculturas de oro y metales, que entrañan dentro de sus formas auténticos paisajes cósmicos. En cuanto llegan a la sala de recepción, el aparato que vino de profundo en el cosmos irrumpe por el tragaluz, y se detiene a un par de metros sobre el suelo. Nuevamente Haruka torce la boca con disgusto, e intenta mirar a otro lado. Pero la jovial Michiru, bien consciente de sus sentimientos, le acaricia una mejilla, mientras juega con sus delgados y ágiles dedos sobre el hombro de su acompañante.
La nave rota a velocidad media, mostrando el frente y luego girando para enseñar la parte trasera. Se trata de una esfera de un metal blanco y desgastado, con una portezuela en la parte inferior del frente, a través del cristal verde de la cual se puede adivinar apenas una figura humanoide.
Michiru sonríe de nuevo. “Ábrete”, pronuncia, viendo hacia el frente.
Con una liberación de vapor, proveniente de quién sabe cuál planeta, la portezuela se abre, y la criatura de dentro es por fin visible.
“Ven”, dice Sailor Neptune, apuntando el objeto con su mano abierta, y pronto la criatura, hecha un ovillo, se separa del interior de la nave, y avanza lentamente hacia delante, rotando de la misma manera que la esfera de metal.
Michiru baja la otra mano, y la esfera se cierra y desciende, posándose por fin sobre el suelo de turquesa de la sala de recepción. En cambio, el humanoide avanza hacia las dos damas, a altura un poco por arriba de sus cabezas, y estando a unos cinco metros de ellas, Michiru pone la palma al frente, indicándole parar. Empero, la criatura permanece rotando de la misma forma que la nave lo hacía.
Haruka examina el espécimen: Una criatura claramente humanoide, en casi todo similar a la humana, o al menos donde puede verse. Se encuentra desnuda y rotando frente a ellas, abrazando sus rodillas y con la cabeza hundida entre ellas. Está, desde luego, dormido bajo una estásis que sólo las Sailor Scouts, grandes diosas del cosmos, pueden inducir. Aunque no se puede ver el rostro, la criatura es claramente un varón: a pesar de su baja estatura, cuenta con una musculatura prodigiosa, piel intensamente bronceada en todo el cuerpo, manos de gruesos dedos, espaldas anchas y tonificadas, piernas poderosas y toscos y masculinos pies. El cabello es largo, y cae sobre la espalda y los anchos hombros. Haruka hace una mueca de asco, la espesa mata de pelo es hirsuta y negrísima. Mientras la criatura rota, mostrándoles primero sus hombros, luego la espalda, y después su trasero (de fuertes y redondas nalgas bronceadas, a través de las cuales se llega a asomar el grueso escroto de la criatura), Haruka encuentra por fin esa única característica que le encuentra en diferente con respecto a un humano: una pequeña y peluda cola esférica que surge de la base de la columna.
Haruka suspira, sin percatarse que, con un dedo en el mentón y en pose analítica, Michiru da un par de pasos hacia el varón.
“¡Sailor Neptune!”, no puede evitar gritar, mientras da un largo paso con los dedos de sus pies rozando las losetas del suelo, para alcanzarla de una vez y detenerla poniendo una mano en su hombro.
Michiru se detiene con parsimonia, y no responde. Simplemente, contempla a la criatura, que rota una y otra vez frente a ella. Tras unos veinte segundos, el espectáculo finalmente termina por asquearla y, tras suspirar nuevamente, se atreve a preguntar:
“Bien… ¿Qué piensas hacer con esa apestosa masa de músculos?”.
Adivina la sonrisa de Michiru, quien se toma su tiempo para responder.
“Ya te lo dije, querida”, contesta, sin quitar la vista del ser. “Darle lo que le corresponde”.
Haruka se voltea de perfil, tratando de comprender el –estúpido- proyecto de Michiru. La princesa de Neptuno la contempla, con satisfacción, en el espejo, desnuda y erguida con ese porte masculino que la caracteriza.
“¡Tan sólo échale un vistazo a ese mono!”, exclama Haruka, señalando con la palma los grandes y toscos pies del varón que rota frente a ellas. “¡Es un verdadero cavernícola! ¡Tú sabes cómo son!”.
Michiru no le da la satisfacción de voltear a verla. En vez de eso, camina alrededor del campo de rotación del hombre, viéndolo con más cuidado por todos lados.
“Pues yo veo… Encuentro… Algo de ternura debajo de toda esa fuerza”
Haruka entorna los ojos, fastidiada.
“Debe entonces de estar muuuy adentro…”
Michiru se sonríe, y por fin, con rapidez de un relámpago, voltea a ver a Haruka a los ojos, sonriéndolo con sus enormes iris bien abiertos.
“Sí. Y además es muy pequeña”.
La sonrisa es lo que desarma a Sailor Neptune, quien por fin acude de nuevo al lado de su dama.
Pero allí no termina la negociación. Haruka le habla al oído:
“Estás informada de su carácter… Ya te han dicho todo lo que ha hecho… La forma en que saqueó, asesinó, devastó todos esos planetas.”
Michiru contesta con rapidez pasmosa: “Es la actitud propia de un príncipe.”
Sailor Uranus no puede argumentar nada al respecto.
Michiru toma a Haruka de las manos, y se aleja para mirarla a los ojos, dejando un campo en medio de los brazos de ambos.
“Se hará, y no hay discusión. Sailor Moon aceptó mi propuesta. La reconstrucción del planeta ya está hecha, y es a Vegeta a quien le pertenece. Por derecho de realeza”.
Haruka calla. Ya lo sabe todo. Observa al fuerte hombre rotando en medio de ellas. Siempre supo que argumentar no serviría de nada, aunque en este caso jamás dejaría de alzar su opinión.
“Entonces…”, pronuncia en voz baja, alejándose hasta situarse debajo del hombre-mono, mientras gira con Michiru en ronda.
“Usemos la magia”, asiente Michiru, contenta. “Hagámoslo una de nosotras”.
Como dentro de un útero, Vegeta rota por encima del círculo que forman los brazos de las dos damas, quienes bailan alrededor de él, en un antiguo ritual que sólo podría efectuarse entre dos mujeres. Conforme cierran los ojos, y susurran las palabras, un brote de luz comienza a fluir entre los brazos de ellas. Una luz que, amplificada por los minerales mágicos de la sala de recepción, desnuda hasta lo más recóndito del alma. Con una lentitud que recuerda la de una Galaxia en nacimiento, las propias mujeres continúan girando alrededor del hombre entre ellas.
El cuerpo del príncipe saiyajin, todavía durmiente, comienza a reaccionar a las palabras del conjuro. La luz brota de los poros de su piel, mezclándose con la que emiten los brazos de las dos mujeres. Esa luz que penetra es tan fuerte, que pronto absorbe la que llena todo el recinto. En un momento, las dos guardianes se convierten en la única luminosidad de la sala, o más bien son sólo las rápidas sombras de ambas lo que se proyecta en los muros del lugar. La luz todo lo convierte, lo atraviesa, lo purifica. En ese momento, a pesar de estar Michiru usando el vestido, ambas están igual de desnudas, entregándose al ritual. Y entonces, el milagro comienza…
El cuerpo de Vegeta, rodeado por un capullo de luz, comienza a palpitar, y a transformarse. Muy pronto los hombros se relajan, como si respiraran, reduciendo su volumen. Haruka y Michiru contemplan todo esto con asombro, mientras continúan con su ronda. Los brazos del príncipe se suavizan, las sombras y tonos de su piel parecen convertirse con la calidez de un respiro. Muy pronto todos esos músculos ganados a base de duro ejercicio físico, se pierden y se funden, con el resto del organismo. Mientras sigue rotando, Haruka ya ve cómo sus costillas dejan de estar resguardadas por sus fortísimos pectorales, cómo la dureza de los muslos da pasos a una suavidad propia de las de su raza.
El cuerpo del príncipe saiyajin va descendiendo también, aunque sólo aparentemente, en ilusión, pues es su propio cuerpo el que en realidad empequeñece, ¿Podría reducir tanto su tamaño que llegara a caber entre los brazos de las dos?
Lo que en un principio era superficial, esa transformación no terminada aún de piel y músculos, al cabo de un minuto alcanza hasta los huesos, que se moldean con la suavidad con que un escultor trabajaría. Ellas lo saben, por la manera en que ven cómo todo el cuerpo del príncipe está cambiando: los voluminosos hombros se liman y redondean, las costillas se desinflan con suavidad, las grandes manos y pies toman una forma delgada y elegante, que parece rebozar destreza, la cadera se moldea y perfila en algo discreto y manejable. Aún el cuello grueso y tosco se esculpe hasta verse estético.
El ritual es agotador, se trata de un largo viaje, a las entrañas de la Vía Láctea que de niñas las alimentó, tal como hará con la criatura en medio de ellas. Los suspiros, las pulsaciones de la galaxia, atrapan al príncipe, convirtiéndolo a su nueva forma.
Pero está dando resultados, y está por terminar. La criatura se ha reducido a poco más de la mitad de su primer tamaño (¡¿Tanto?! ¡¿Se reducirá más, aún?!) Todo el vello corporal del ser, salvo por el que cubre su curiosa cola, ha desaparecido. La piel luce blanca y tersa, como una rosa de invierno. El cabello, antes áspero e hirsuto, se ha vuelto una sedosa cabellera, que ondula hipnótica como debajo del mar, mientras Vegeta continúa rotando. Los dedos de esos anteriormente toscos pies, florecen ahora preciosos como pétalos de rosa. Todos esos inútiles músculos se han ido como las uvas de un racimo… Cada vez más, la criatura está mostrando su interior. Lo están logrando.
Y llegan por fin las últimas, las más cruciales, transformaciones. Bajo la espalda de Vegeta, es posible notar el cambio. La bolsa escrotal del príncipe saiyajin es como jalada hacia dentro por una fuerza magnética, las dos frágiles rocas que dentro yacían pronto desalojan la estructura, y el escroto se aplana al frente, pegándose con el resto de la piel de la entrepierna. El regio pene del saiyajin comienza a reducirse, como tomado por una mano invisible; toda la grandeza de ese cetro disminuye, como desgastada por la acción de la luz, con él el vello que faltaba. La glande, expuesta, intenta escapar del destino, pero el resto del pene es arrastrado hacia dentro, dejando lugar a un bello hueco de labios rosados como la fruta más tierna, y sobre ellos, el botón preciado de lo que anteriormente fuera la sede de la simiente del varón saiyajin. No es todo. Esas morenas nalgas, con pelo adentro, se redondean y suavizan, floreciendo como duraznos tiernos y rosados. Aún el ano del altivo príncipe, de paredes prietas y morenas, comenzaba a comprimirse, hasta volverse el delicado y rosado hoyuelo de hembra que habría de ser de ahora en adelante. Vegeta acababa de pasar a un nivel de existencia superior.
Como con un suspiro, la aceleración comienza a detenerse. Efectivamente, el cuerpo se redujo a tan sólo la mitad de lo que antes fuera. Los labios de Haruka y Michiru , por fin, dejan de pronunciar la oración. Los cristales del techo y los muros vuelven dejar salir otra vez sus brillantes colores, y la luz vuelve a la habitación. La transformación ha concluido. Cabe ahora tan sólo recibir a la criatura recién llegada, que rotando lentamente, tal como estaba antes, desciende ahora entre los brazos de las mujeres.
“Es tan pequeña…”, balbucea Haruka, asombrada.
Las dos se sueltan de las manos.
“Te lo dije… Muy pequeña”, reitera Michiru, sonriendo satisfecha.
“¿Cuál será la edad…?”
“Unos nueve años… No creo que más…”
Los dedos del ser, ya libre del control de las dos reinas, se posan ahora por fin en el suelo. Comienza a despertar, los músculos se tensan, y la energía va regresando al cuerpo.
“¡Está débil!”, exclama Haruka, tratando de coger su ahora menudo hombro.
“No, alto”, la detiene Michiru. “Claro que no. Tú sabes quién es en realidad… Déjala, déjala despertar”.
Los tobillos parecen temblar, pero luego de un trastabille, la figura parece obtener el equilibrio.
“¿Cómo será…?”, se pregunta Haruka, al no haber podido contemplar la transformación del rostro de la criatura, que ahora comienza a bajar los brazos, pero mira al suelo con la cabeza gacha, seguramente recuperándose de la visión borrosa que le quedó al despertar.
En el ambiente se construye la expectación. Los dedos se abren y cierran lentamente. El cuello de la criatura se mueve en péndulo, tratando de avistar sus propias manos, entre su ahora lacio y oscuro cabello.
“Do… ¿Dónde…?”, pregunta, con voz ronca.
Tan pronto se alzan, sus pies se vuelven a posar en el suelo, intentando recuperar el equilibrio. Por un par de decenas de segundos, Haruka y Michiru no hacen más que observar, mientras la criatura recién renacida trata de identificar sus propias manos, con sus nuevos ojos.
“¿Dónde estoy?”, dice al fin con seguridad, comenzando a alzar la frente, que sigue sin embargo oculta por dos cortinas de su fino y lacio cabello negro. La fuerza de su expresión deja frías a Haruka y Michiru.
Por fin, su cara, con una expresión de desconcierto y asombro indescriptibles, las ausculta. Sus rasgos redondeados, mejillas sonrosadas, la exquisita y sedosa piel blanca, labios delgados y de un rosa terso, y dos grandes y profundos ojos negros… Es sin duda, el rostro de una niña.
“Bienvenida al mundo, Princesa Vegeta…”, recita Michiru, con el corazón en la garganta.
“¡¿Princesa Vegeta?!”, interrumpe la niña violentamente. “¡¿Cuál princesa?! ¡¡Soy el Príncipe Vegeta!! ¡¡Soy el heredero de los Saiyajin!!”. En su rostro se convierte en el de una furia, mientras mira alrededor, y luego sobre sí misma.
Esa nariz, esos pómulos, ya no son los suyos… Toda esa finura, no es la que su varonil cuerpo lucía antes. Con desconcierto y miedo, coloca sus manos sobre su abdomen, sobre su pecho… Sus pies, su propia altura, no son los del gran Vegeta, príncipe de los Saiyajin. ¡¡SON LOS DE UNA NIÑA PEQUEÑA!!
“¡¿Qué demonios?! ¡¿Qué hechizo es este?! ¡¡¿QUÉ ME HICIERON?!!”, grita, histérico.
Ambas mujeres están estupefactas, y heladas del susto, y sólo atinan a quedarse juntas y paradas, a breve distancia de éste.
Vegeta las ausculta por dos segundos, y luego toda su ira explota. Como una bala, se lanza cabeza al frente en contra de la primera que ve, de Michiru.
“¡¡INSOLENTE SABANDIJA!! ¡¡ME LAS PAGARÁS!!”, insulta en una voz explosiva, que no es ahora más que el siempre impresionante chillido de una niña de 9 años.
Michiru recibe el golpe en el vientre, perdiendo todo el aire y cayendo sentada, aunque logra interponer la mano, pero el “príncipe” no la suelta. Por el contrario, la detiene de la cintura con las brazos, tratando de golpearla y hacerle más daño.
“¡¿QUÉ ES ESTO, ESCORIA?! ¡¿QUÉ ME HA PASADO?! ¡YA VERÁS! ¡¡TE MATARÉ!!”, grita Vegeta una y otra vez, golpeando con los puños cerrados todo el cuerpo de Sailor Neptune.
Uranus está demasiado impresionada para actuar en un primer momento, pero entre los gritos la despierta el sollozo ahogado de su amante.
“¡¡La cola!! ¡¡Haruka, sujeta su cola!!”.
Haruka se apresta y rápidamente alcanza a la niña, que está inclinada con las nalgas al aire, mientras esa peluda cola bambolea por todos lados. Sintiendo rabia de ver a esa criatura ciega de odio contra su amor, Michiru recupera el control y con rapidez atrapa la cola con su mano, apretándola luego con gran fuerza.
El efecto es inmediato, el torso de la Princesa Vegeta se desploma hacia el frente mientras sus rodillas caen pesadamente sobre el suelo. Vegeta gime, fácilmente reducida, e incapaz de hacer nada más, mientras lágrimas acuden a sus ojos.
“¡A-ahh! ¡¡NO!! ¡Suéltame!”, suplica ahora, con el agudo timbre de una niña japonesa, sin embargo sin cesar en su empeño de venganza. “¡Las haré pedazos...! ¡Las mataré a las dos!”.
Golpeada y atemorizada, Michiru batalla por levantarse, y tan sólo de verla así, Michiru explota con furia.
“¡¡SERÁS TÚ QUIEN LAS PAGUE!!”, grita, iracunda. “¡¡¿Cómo te atreves a hacerlo eso a tu reina?!!”.
Y violentamente, Haruka jala la cola de Vegeta hacia arriba, y con fuerza le tunde dos manotazos fuertes en las nalgas. Vegeta chilla nuevamente al sentir el ardor de las nalgadas, y su llanto se intensifica.
Pero recordando todo lo demás, Haruka no está satisfecha. Sin soltar la cola de la princesa, se sienta sobre un sillón de mármol y levanta por la cadera a la niña, acostándola a lo largo de sus piernas.
“¡Mocosa presumida!”, exclama, mientras más y más nalgadas llueven sobre el menudo trasero de la niña. “¡Lo supe desde que te vi! ¡No eres sino una rapazuela!”.
Incapaz de defenderse, Vegeta se hunde en llanto, mientras Haruka continúa con el castigo, dejando totalmente rojas las nalgas de la princesa. Entonces, suelta su cola y la avienta hacia el piso. Herida, la princesa Vegeta trata de ponerse de rodillas, mientras cubre y frota sus nalgas, en un intento de mitigar el dolor. Y Haruka observa, exhausta y satisfecha, la que es ahora la cara de una niña llorona, nada más y nada menos.
“¡Esto te enseñará a respetar a tus salvadoras!”, le grita, en tono autoritario.
Haruka enrolla la cola de Vegeta fuertemente en su mano, mientras con la otra nalguea sin piedad el trasero de la princesa saiyajin; más y más fuertes palmeos caen sobre las desprotegidas nalgas de Vegeta, con tronidos que resuenan por todo el palacio, hasta que Vegeta se rinde y cae al suelo exhausta. Entonces, exhausta, la suelta y se dirige con su compañera.
Michiru se ha recuperado y anda al lado de su doncella, mientras deja que la perra herida se arrastre por el suelo, entre sus lamentos.
“¿Estás bien, mi amor?”, pregunta Haruka, aprestándose a abrazarla contra su pecho.
Pero Sailor Neptune sólo toma su mano, tratando de hacerla comprender.
“Debí verlo venir. Tenías razón en todo… Conocía bien el carácter del príncipe Vegeta… Es lógico que haya intentado atacarme.”
Michiru luce preocupada y arrepentida. Haruka le da un fuerte abrazo y la recoge contra su pecho.
“No… No es tu culpa. Tú todo lo que has intentado es hacerle un favor a esta ingrata cachorra”, sentencia, señalando con el dedo a la criatura que yace agotada en el suelo, de rodillas y con las nalgas al aire, colgando su pequeña cola. “Pero no te preocupes. Cuenta conmigo para domar a esta perra.”
El gesto de preocupación de Michiru no desaparece de su rostro. Sin embargo, encuentra un esperado refugio entre los brazos de su amor. Entonces emprende la marcha hacia la puerta, apartando la mirada de esa criatura que intentó matarla.
“Vayamos… Dejémosla sola. En este momento toda esa energía masculina está abandonando su cuerpo. Más adelante deberá calmarse…”
La recién nacida princesa saiyajin parece escuchar, pues aprieta los dientes y apoya una mano en el suelo, que tiembla, en su intento de levantarse.
“Te quedarás aquí”, anuncia Michiru, no del todo segura. “La puerta del palacio no se abrirá hasta que estés calmada y presentable”.
Y de esa forma, Michiru es escoltada por su dama de regreso al dormitorio, donde descansarán.
Con un repiqueteo impresionante, la puerta dorada se cierra, y Vegeta sólo puede mirar su nuevo cara, su nuevo cuerpo, reflejado en las brillantes paredes y suelo de cristal. Furioso y desesperado, golpea el suelo con su puño cerrado, tratando de quebrarlo, pero no logra sino hacerse daño.
“¡Maldita sea! ¡¿Qué material es este?!”, grita angustiado. “¡¡Sáquenme de aquí, bastardos!!”.
Se levanta a duras penas, el dolor en las nalgas y en la cola es duro. Trastabilla un poco, hasta que logra erguirse por su propio pie. Las nalgas le escuecen, esa bruta ha sido demasiado ruda. Se rehúsa a sobarlas, esperará que la piel, enrojecida y tensa, se cure por sí misma.
Entonces observa el techo, abierto con un tragaluz que mira hacia el infinito.
“Vaya lugar este… Sólo tengo que salir por el techo, y pronto estaré de regreso para mi venganza”.
Vegeta deja que el ki fluya por sus pies, para elevarse del suelo y salir del lugar… Pero el efecto no existe.
“¡¡Demonios!! ¡¿Acaso este cristal está bloqueando mis poderes?!”.
Luego de pasear sus ojos por la sala, encuentra que justo bajo el tragaluz hay un agujero. Al acercarse, ve un objeto conocido adentro.
“Mi nave. De esta forma saldré”.
Pero al tocar los controles, ve que la nave no tiene energía… De hecho, está descompuesta.
“¡¡Debe haber una forma, debe haber una forma!! ¡¡Saldré de aquí, tomaré las esferas del dragón, y recuperaré lo que me pertenece!!”.
Vegeta junta las manos, para disparar un poderoso Big Bang contra la puerta de oro. Ni siquiera el cristal resistirá su energía, la más poderosa de toda la galaxia. Pero de sus manos no surge energía alguna.
“¡¡¡NO, NO, NO!!! ¡¿¡¿QUÉ PASA?!?! ¡¿QUÉ ME HAN HECHO?! ¡¡YO SOY EL PODEROSO, EL PRÍNCIPE VEGETA!!”
Los ecos de la voz de la princesa retumban por todo el palacio. En el diván, las dos doncellas guardianas dormitan, Michiru sobre Haruka, en un cansado abrazo baja las frazadas.
“¿Cuánto tiempo le daremos?”, pregunta Haruka, acariciando el cabello de su angustiada compañera.
“Yo diría que… Tres horas”, contesta Michiru, con los ojos entrecerrados. “Todo lo que había de masculino en ella ha sido extraído. Ahora sólo falta que se estabilice, para que alcance la paz femenina que necesita.”
Haruka le besa la sien, y coloca sus manos sobre sus pechos. Hay tiempo aún de consolarse.
---- HORAS DENTRO -----
La puerta se abre luego de tres largas y angustiosas horas. ¿Qué podía Vegeta hacer? Durante interminables minutos maldijo, forcejeó, intentó destrozarlo todo, hasta que el fastidio fue tal que cayó, derrotado, sobre el suelo de espejo reflejante.
Arrodillado y con las piernas abiertas, observó amplificado su nuevo órgano, su vagina, núbil y sin pelo, una preciosa joya de porcelana que jamás hubiera pensado tener. Las lágrimas inundaban otra vez su rostro; amargo destino para el príncipe de los saiyajin, el macho que estaba predestinado a revivir la gloria, a mandar con duro bastón sobre la nación que construiría luego de ser héroe de mil guerras. Cubrió sus pómulos con sus manos, tratando de soportarlo, pero la emoción era incontenible… El espanto de todo esto iba más allá de lo imaginable.
Sus manos golpearon una y otra vez el suelo, mientras gritaba y chillaba desesperado. Hasta que se dio cuenta de lo absurdo, de lo inconsolable que gritar resultaba. Aquella no era su voz. No esa aguda y dulce voz histérica como un llanto de una pequeña ave, que rebotaba por la habitación y que ahora llegaba hasta sus oídos. Enmudece, mira para todos lados, intentando encontrar algo que pueda reconocer como él, pero en la habitación tan sólo ve, reflejada mil veces, el retrato de esa débil y desnuda niña pequeña. Y su expresión es fascinante… Es justamente la que corresponde a sus sentimientos.
Vegeta queda callado, observando en un lejano muro, esa espigada y menuda figurita, de lacio cabello negro, imitar su postura y sus movimientos. Entonces, por primera vez, se siente interesado. Comienza a percatarse de lo que es ahora. Las pisadas de sus pequeños y exquisitos pies descalzos apenas suenan contra el suelo de cristal, cuando camina hacia aquel espejo. Conforme avanza, descubre más y más detalles de lo que, al parecer, ahora le pertenece: los pezones pequeños y rosados como un durazno tierno, un curioso y pequeño ombligo en ese vientre plano y blanquísimo como la leche, la graciosa abertura que hay entre sus dos purísimas piernas, el grácil contorno de sus preciosos brazos, los elegantes y finos dedos de la mano… Vegeta toca el cristal, tratando de sentirse a sí mismo, conectado. Y entonces las lágrimas se secan y la puerta se abre.
---- HORAS FUERA ----
Desesperada, la princesa Vegeta camina por los pasillos, buscando con la mirada y el tacto donde estaban aquellas brujas. Ha logrado la serenidad luego de un breve tiempo, pero ahora ésta ha dado paso a la inconformidad. Tras la habitación más íntima, iluminada por una gran pira, descubre el secreto.
Cuando entra, ve a las dos autoras de esa blasfemia, acurrucadas desnudas bajo una mullida frazada.
“¡Ustedes dos, brujas!”, grita con autoritarismo. “¡Deshagan esta tontería! ¡Transfórmenme de nuevo en lo que soy!”
Haruka y Michiru, tranquilas luego de cuatro orgasmos juntos a lo largo de esas horas, la miran desde el tálamo, poco impresionadas. Vegeta, con la frustración convertida en su rostro, avanza con violencia hacia las dos, apuntándolas con el índice.
“¡¡AHORA MISMO, HE DICHO!! ¡¡HÁGANLO YA, O SUFRIRÁN LAS CONSECUENCIAS!!”
Confrontando su mirada con la suya, Haruka abre la palma de la mano, y suave pero firmemente empuja el dedo lejos de ellas dos.
“Baja tus humos. Princesa. No querrás que te dé otra vez una lección de humildad.”
Vegeta retrocede ante ese gesto de desafío, uno que jamás habría recibido de estar en su verdadero cuerpo. Pero entonces, reconoce la afrenta.
“¿Có… Cómo me llamaste?”.
“Princesa. Princesa, eso es lo que eres, eso es lo que veo frente a mí”.
“¿Cómo te atreves…? Yo soy el gran Vegeta, soy el heredero… El príncipe saiyajin”.
Pero la mirada de Haruka podría matarlo.
Michiru se remueve del diván para sentarse, y acomoda sus brazos sobre los hombros y clavículas de Sailor Uranus. Ahora luce una sonrisa fresca, de negociación.
“Calma, Haruka… Vegeta tiene razón. Le debemos algunas explicaciones.”
“¿Quién demonios eres tú, y cómo te atreves a hacerme esto?”, replica Vegeta, acalorándose.
“Somos las Sailor Scouts, guardianas del universo. Y conocemos todo sobre ti. Tu nave se averió en el espacio, y nosotros te rescatamos y te trajimos aquí.”
“¡ESTÚPIDAS MISERABLES! ¡¿CÓMO HAN OSADO DESAFIARME?! Yo soy el Gran Vegeta, y no necesito ayuda de nadie, ahora, deshagan toda esta…!”
“Más respeto, jovencita”, se le encara de nuevo Haruka, dispuesta a continuar con la sesión de disciplina.
“Calmados [casi dice “calmadas”], los dos”, media Sailor Saturn.
Voltea hacia Vegeta y comienza el discurso estelar.
“Venerado príncipe. Debe usted comprender que los saiyajin son sólo una de las razas en el universo. Y que sobre todas las galaxias reina una autoridad mayor. Nuestra jefa, Sailor Moon, y su consejo de Sailor Scouts, nos encargamos de reparar todo lo que no está bien en el Universo. Y eso incluye indemnizar, hacer justicia, darle lo que necesitan a los despojados.”
“¿INDEMNIZAR? ¡¿CÓMO RAYOS CONSIDERAN ESTO…?!”, interrumpe la acalorada princesa.
“Déjame continuar, por favor. Usted, como bien se sabe, era el príncipe del planeta Vegeta, y como tal le correspondía heredar un planeta, y gobernarlo haciéndose cargo de todos sus habitantes. Por desgracia, una criatura llamada Freezer destruyó su planeta, y a casi toda la raza saiyajin. Fue malo, sí, pero lo permitimos. Después de todo los saiyajin no eran precisamente unas peritas en dulce…”
“¡¿CÓMO OSAS HABLAR ASÍ DE MI RAZA, TÚ SUCIA…?!”, exclama Vegeta, arrojando atrás su mano para intentar propinar un bofetón a la peliverde.
Sin embargo, su muñeca es sostenida por rapidez por la chica de pelo corto, y un fuerte jalón de oreja le hace arrojar hacia atrás la cabeza.
“Nunca alces tu mano contra mi señora, ¿Entendido?”.
Con un par de lágrimas de rabia dentro de sus ojos, y los dientes apretados, Vegeta se sostiene, tensa, mientras se aparta un poco de Sailor Netpune.
“Bueno, terminaré la explicación. Con el paso del tiempo, Sailor Moon se percató de la situación, y como protectora del cosmos, no podía ser capaz de dejar a una raza desaparecer. Al enterarse de que usted, príncipe de los saiyajin y técnicamente el saiyajin más esencial e importante había sobrevivido, decidió crear la solución a su problema. Haciendo uso de su inmenso poder, logró reconstruir, con magia y restos de asteroide, un nuevo planeta Vegeta, donde habría todo lo necesario para que la raza saiyajin resurgiera de sus cenizas.”
Las lágrimas habían vuelto a su lugar. Vegeta observaba ahora con un cierto interés estoico, tranquilo pero disconforme, esperando la ocasión de intervenir.
“Bien, ¿Y todo esto, a qué se debe?”
“Ahora le explico, mi señor. Como le menciono, todos los planetas deben contar con su guardián. De hecho no es sólo eso. Para que un planeta pueda existir y ser habitado, debe de tener un guardián, de lo contrario las fuerzas del caos se apoderarían del lugar, dando lugar a tragedias y cataclismos, nada puede sobrevivir sin un guardián.”
Vegeta nuevamente aprieta los dientes, enojado.
“¡¡¿Y ESO QUÉ DEMONIOS TIENE QUE VER CONMIGO?!! ¡¡YO SOY EL GUERRERO MÁS PODEROSO DEL UNIVERSO!! ¡¡PODRÍA HABER SIDO EL GUARDIÁN PERFECTO, ASÍ COMO ASÍ…!!”
“Calme, por favor”, media nuevamente Michiru. “Hay ciertos principios que ahora debe de conocer. El sexo femenino, la mujer, es el organismo, el ser conservador de la vida, por naturaleza. Más que una naturaleza, este es un principio universal, que no puede ser contravenido. Dentro de las hembras existe un sitio donde se crea, dentro de cada mujer yace el verdadero poder latente del cosmos, para crear, mantener y conservar la vida. Es por eso, que todas las Guardianas del Universo –las Sailor Scouts- tienen que ser mujeres.”
Irritado por esa asquerosa palabra –Mujer-, Vegeta, rojo de furia y de humillación, estalla nuevamente en improperios.
“¡¿¡¿Y QUÉ DEMONIOS LES DICE A USTEDES QUE YO QUERRÍA SER UNA SAILOR NO-SÉ-QUÉ?!?! ¡¡¿CÓMO PUEDEN SER TAN ESTÚPIDAS?!! ¡¡DEBIERON HABERME SIMPLEMENTE DADO UNA HEMBRA, UNA REINA, Y EN ESTE MISMO MOMENTO ESTARÍA YO BLANDIENDO EL BASTÓN DE MANDO DE NUEVO VEGETA…!!”
Haruka se pone en posición de guerra, en pleno intercambio verbal con la nueva princesa. La chica la pone de nervios, es sencillamente insoportable. Ahora las niña y la mujer, erguidas sobre el suelo y totalmente desnudas, se arrojan saliva una a la otra. Pero por lo menos no se están golpeando. Bajando la frazada, Michiru intenta hacerlas callar, ya un poco divertida y relajada.
“Espere, mi señor Vegeta… Déjeme recordarle. Todas las hembras saiyajin fueron aniquiladas. Y aunque los saiyajin pueden tener hijos con mujeres de otras razas, esto crearía saiyajin corrompidos, incompletos, y pronto nuevamente la tragedia y la autodestrucción caerían sobre el planeta. La guardiana debe ser, necesariamente, una hembra saiyajin de casta pura. Y como único sobreviviente de la realeza, esta era nuestra única opción…”
Los ojos de Vegeta se abren desmesuradamente. La lógica de lo que le hablan es impecable… Realmente, si las cosas son como ellas lo dicen, debieron hacer “eso que hicieron”.
“Bueno… Entiendo lo que dicen, pero… En verdad me pregunto cómo es que han podido… Quiero decir, debieron preguntar primero y… Debe haber una forma de revertir este proceso, ¿no es así? Realmente no quiero seguir adelante con esto, sólo volver a ser un hombre y…”
Haruka se cruza de brazos y lanza un ademán de desplante.
“Seguro que sí, príncipe. Ya bien sabíamos que usted era un necio y un irracional. Por el contrario, debería estarnos agradecido por dejarle formar parte de nuestro prestigioso género.”
Vegeta trastabilla nuevamente. Involuntariamente, un amodorrado mugido femenino se abre paso en su garganta. Enrojeciendo por la vergüenza de volver a reconocerse como mujer, Vegeta se cubre la boca.
“Entendemos el dilema por el que está pasando… Pero tiene que entender, que como heredero no sólo se tienen derechos, sino también responsabilidades. El conjuro, en efecto, podría revertirse, pero no existe una razón suficientemente poderosa para convencernos de hacerlo.”
Vegeta vuelve al ataque con más réplicas, a cada vez sonando más como los berrinches de una chiquilla.
“¡¿Qué más razón quieren que mi Real Voluntad?! ¡¡Tengo que recuperar mis poderes!! ¡¡Con este ridículo cuerpo de mujer no puedo hacer nada!! ¡¡Debo volver a ser un guerrero, recuperar mi poder, derrotar a Kakarotto y…!!”
De repente, Vegeta pierde los ánimos y calla. ¿De verdad desea todo eso…? ¿En este momento no le suena, de repente, todo esto bastante infantil y ridículo…?
La bellísima peliverde sigue dispuesta aclararle sus dudas.
“Sobre el poder, usted no puede quejarse. Como mujer no poseerá ese vulgar poder del ki, que surge únicamente del cuerpo. Cuando sea una Sailor Scout, tendrá dentro de sí misma todo el poder del cosmos, uno mucho mayor que haya podido imaginar. Prácticamente, será capaz de cualquier cosa.”
Contrariado, pero en cierto modo tentado, Vegeta tartamudea un poco, intentando poner una nueva objeción. Haruka cruza los brazos y prácticamente le saca la lengua, mientras sonríe socarronamente, al saber perdida a la Sailor Vegeta.
“Sí, pero… Claro, cuando sea una Sailor Scout. Ustedes son grandes, ¿Por qué me han puesto en un cuerpo tan pequeño? Si tuviera todo este poder ahora no me quejaría, pero…”
Con una grata sonrisa, Sailor Neptune continúa.
“Eso es porque el ritual consiste en eliminar el lado masculino y crear en el individuo un nuevo cuerpo usando su lado femenino. Usted no estaba muy en contacto con su lado femenino, es por eso que su cuerpo actual es el de una niña de 9 años. Todo el poder masculino, violento y descontrolado que poseía, se ha perdido. Pero las cosas deben ser así. Tan sólo le hace falta un poco de entrenamiento en su feminidad, y pronto alcanzará un poder con el que nunca había soñado”.
Vegeta traga saliva, y queda tiesa como un palo. Esa palabra –Feminidad- de la que siempre huyó, de la que siempre tuvo miedo y que despreciaba. Y con ello… Pronto su rostro queda pálido, y su expresión es totalmente fantasmal.
“No… ¿Con feminidad ustedes quieren decir…? ¿Hacer las cosas de chicas, y también…? ¿Estar con…? ¿… Hombres…?”
Michiru se cubre la boca y ríe ligeramente. Y en un instante Haruka regresa a su lado. Ambas se paran frente al diván, y se abrazan por la cintura.
“Me parece que aún no entiendes a lo que nos referimos con el entrenamiento, cabezadura”, dice Haruka, con una mirada pícara. Y en ese momento voltea hacia Michiru, abrazándola por la cintura mientras ella pone las manos en sus senos. Dos húmedas y rojas lenguas salen de sus bocas, y se entrelazan en el más sensual beso francés, mientras las dos amantes cierran los ojos entregándose al beso.
Vegeta casi sufre de una congestión sanguínea. Le tiemblan las piernas, y comienza a temblar. La sensualidad de la escena le sobrecoge… Jamás hubiera esperado contemplar algo así.
De repente se da cuenta: Michiru es alta y hermosa, entrada en carnes y bellísima; su rostro es encantador, sus ojos deslumbrantes, y esos cabellos suaves y ondulados son casi una invitación al acto; su cuerpo es amplio y luce suave, con grandes y redondos senos blandos, caderas anchas y muslos que parecen ser una delicia. Haruka luce varonil, pero su cuerpo es el de toda una mejor: enormes y duras tetas, brazos fuertes para abrazar, estómago firme y casi podría decirse musculoso, y una vagina que luce resistente y apretadora. Michiru baja su mano por la sensual espalda de la güera, palpando suavemente esas dos encantadoras y tonificadas nalgas femeninas.
“No… ¿Por qué ustedes dos..?”, alcanza a preguntar.
Sin abandonar el rico abrazo, por el contrario fundiéndose más con su amada, que hunde su nariz dentro de su cuello mientras la acaricia, Sailor Moon continúa la explicación:
“Una sola Sailor Scout tiene un potencial alto, sí, pero no el suficiente para proteger un planeta entero. Es por eso que para cada astro existen dos Sailor Scouts. Respecto a lo que preguntaba, la unión física del hombre y la mujer es meramente un acto físico del plano material, que sirve para garantizar la continuidad de la vida. En cambio cuando dos mujeres, cada una con el poder del cosmos en sus vientres, se unen sexualmente, esta relación es aparentemente estéril, pero en realidad crea una potente resonancia que le da a las dos poderes nunca antes soñados. Recuerde que, después de todo, la potencia sexual y el placer físico que puede llegar a sentir una mujer, es más de 10 veces mayor a la de un hombre…”
Las rodillas de Vegeta no pueden evitar doblarse. La voz de Michiru destila la sensualidad de una mujer siendo follada, y entre resuellos y gemidos de placer apenas alcanza a terminar la explicación. El rozar de las sedosas pieles de las dos exquisitas hembras parece resonar hasta su mismo centro. Y allí abajo, entre sus frescos muslos, Vegeta llega a sentir algo también.
“¿Más de 10… veces…?” piensa, con deleite.
Michiru reclina su nuca sobre el cuello de su amada, mientras esta continúa con el abrazo y le muerde una oreja, haciéndola vibrar de placer. Es ahora Haruka, quien segura de la satisfacción sexual, termina:
“Así es. ¿Ahora sabes por qué nos gusta ser Sailor Scouts?”, se interrumpe, para penetrar con su lengua fuerte y profundamente la boca de su pareja, que la envuelve con sed insaciable. “¿Puedes sentir todo este poder? El placer sexual que sentirás siendo mujer va a ser mil veces mayor a lo que hubieras podido imaginar. Y este poder del lesbianismo es el que mantiene todo el cosmos. En realidad, dentro de cada brillante y potente estrella, dentro del sol y de cada ciclópeo planeta, en su centro, verás dos mujeres abrazadas, besándose, acariciándose, teniendo SEXO…”
Vegeta está hipnotizado por la sexy demostración de las dos brujas, se relame los labios de ver tanta carne en acción. Parece olvidar cualquier cosa que haya pensado en su vida anterior, sólo se concentra en la sensual escena… Sus ojos se dilatan y entrecierran, la dulce expresión de fascinación en su rostro denota un intenso deseo sexual; sus pequeños pezones están totalmente erectos y endurecidos como en gránulos, el cuerpo entero se ruboriza de excitación, y un precioso líquido comienza a oler de entre sus piernas. Incluso su cola ondula sensualmente de un lado a otro. Michiru y Haruka la miran satisfechas, mientras Vegeta, sin poderlo evitar, lleva el canto de su mano hacia la estrecha y rosada abertura que forma su vagina.
Haruka bufa y mete su mano entre las sábanas.
“¿Quieres sentir el poder?”, le dice a Vegeta. Y de repente le arroja a la cara la braga de Michiru, empapado de los jugos de los previos orgasmos. “Ten, huele esto”.
La princesa saiyajin sujeta en sus manos el calzón de Michiru, y lo contempla, fascinada. A su nariz asciende un aroma perfumado, de poderosas células animales. Sin pensarlo dos veces cierra los ojos y acerca su nariz al calzón para aspirar su potente aroma, una mezcla entre perfume, sudor, ácida orina, efluvios de esa apretada carne femenina, y quién sabe qué más, que le hace soñar con ese rico pedacito. En una segunda inspección, Casi llega a saborear en él el rico ano de una mujer.
“Vaya, vaya”, dice Haruka, sentándose de nuevo en el diván, y poniendo a Sailor Neptune sobre sus piernas. Jala una frazada para volver a cubrirse, sintiendo tremendos deseos de follarla en ese mismo instante. “Que la educación de Sailor Vegeta dé comienzo, entonces”.
Incapaz de esperar un segundo más, Vegeta arroja el calzón al piso, y salta como un resorte, apretando el brazo de Michiru. Ella también quiere jugar con ellas entre las sábanas. Pero Haruka la detiene en seco, agarrando el fino cabello de su cabeza.
“Eh, eh, eh, no tan rápido, mi pequeña putita”, dice.
Vegeta accede dócilmente a su petición, mientras la pelocorto baja la cabeza de la perrita saiyajin hasta hacerla arrodillarse en el suelo.
“En cuatro, muñeca”, dice con placer, sintiéndose por fin dueña de esa pequeña mocosa.
Como si fuera una verdadera perra entrenada, Vegeta se pone sobre sus rodillas y coloca las manos en el piso, alzando su culo, sintiendo un creciente calor inundando su entrepierna.
“Así me gusta, nena”, dice Michiru, ya acostada, pasando su mitad inferior del cuerpo sobre la cadera de Haruka, quien está acostada de lado, para acariciar a la chica nueva.
Su piel no tiene imperfección alguna, es blanca y exquisita, suavemente humectada. La palma de Michiru se desliza con tersura desde la espalda de la princesa hasta pasar por la ralla que separa sus bellas nalgas.
“Vaya, vaya, siente a esta putita caliente”, dice Michiru, deleitándose.
Pronto Haruka se une, para sentir ella misma el calor de la niña. “No hay duda alguna, es una princesa… Toda una perra de categoría, ¿No es así, Vegeta?”
“¡Sí, sí, señora…!”, gime la niña Saiyajin, “¡Todo lo que usted diga!”.
Las dos mujeres no mentían. En este pequeño cuerpo femenino, la mínima sensación, el mínimo rozamiento con su piel, se intensifica, trayéndole deliciosas convulsiones que sacuden su cuerpo con electricidad. Las manos de Haruka y Michiru son expertas en el arte del petting, en acariciar y palpar sus carnes. Pronto agarran sus muslos, que se encienden por la cercanía con esa rica vulvita que Vegeta guarda, Sailor Uranus aprieta los pezoncitos de la princesa con las puntas de los dedos… Siente su piel insentamente, como si fuera un auténtico mapa con centrales eléctricas en constelación, que se comunican y explotan una tras la otra al mismo tiempo: y cada caricia trae un auténtico Big Bang dentro de su cuerpo, un poder nunca imaginado.
Vegeta está cansada de gemir, y casi piensa haber sentido un orgasmo, cuando la pasión de las dos guardianas al parecer ya no puede contentarse con eso.
“¡Súbela, rápido!”, dice Haruka, moviéndose a un lado.
Entonces Sailor Neptune pasa un brazo entre las piernas de la niña Vegeta, y el otro tras su espalda, levantándola con facilidad para colocarla sobre la cama. Vegeta dobla las piernas, atemorizada por lo que sigue, su expresión de susto, con ese delicado y lacio cabello negro enmarcándola, enamora muy pronto a Sailor Uranus.
“Aquí, yo me encargaré de ella”, dice a Michiru, extendiéndole los brazos.
Vegeta se sonroja profundamente, casi intentando enroscarse dentro de sí mismo. Hace cuatro horas era un poderoso varón, ahora una débil niña que estas mujeres se pasan en brazos. Haruka la coge sujetando con una mano debajo de su muslo, y abrazándola con su otro brazo por sobre el pecho. Excitada con la recién llegada, Haruka hunde su morro en la fresca nuca de Vegeta, depositando un par de ligeros besos sobre la base del cabello. Para Vegeta eso es demasiado... Simplemente DEMASIADO PODER.
“¡¡BA-BASTA!! ¡¡DÉJAME!! ¡¿QUÉ HACES?!”, se retuerce entre sus brazos, casi llorando y sonrojada al máximo. Tiene incluso que apretar los dedos de sus pies para resistir el placer.
Del poderoso guerrero que solía ser no queda ya nada en la voz; es más bien el grito desesperado de una niña cuando descubre por primera vez su sexo, a la vez deseando alejarse, pero suplicando por más placer.
Sailor Neptune le acaricia la mejilla para tranquilizarla, y reclinándose frente a ella. La cosa parece dar resultado, Vegeta aprieta los párpados y cierra la boca, mientras intenta resistirse a los asaltos que Haruka continúa ejerciendo sobre su nuca.
La insaciable pelocastaño besa ahora la parte de atrás de su oreja, y sin apenas mediar, introduce la punta de esa larga lengua suya en el tierno oído de la pequeña saiyajin.
Vegeta deja escapar un grito y bate las piernas, pero en ese mismo instante los gruesos y sensuales labios de la guardiana de Neptuno envuelven los suyos. Michiru disfruta tanto el contacto como ella, los labios de esa pequeña niña no tienen igual. Reconfortada por el fuerte beso de una boca bastante más grande que la suya, Vegeta se siente protegida y aunque no se atreve a abrir los ojos, ve ya en su mente el hermoso rostro de Michiru entregándose al beso, sonrojada como una niña, pero con la abnegación de una madre.
El jugueteo continúa bajo las frazadas. Sailor Neptune acuesta bien a Vegeta sobre la cama, y le ofrece uno de sus senos, de cuyo abultado y pegajoso pezón Vegeta se prende más que ávida. Mientras tanto, Haruka comienza ya a explorar con su invasora mano los muslos y más allá de la linda princesita, quien se siente ya como en casa.
“Esta sensación… Ahora comprendo cuál es el verdadero poder… Puedo sentirlo, sentirlo dentro de mí…”
Un travieso pellizco con las puntas de los dedos en el ano de Vegeta por parte de Haruka le revela el siguiente reto. En esto mundo, las batallas son algo diferentes…
Todo esto mientras el Cosmos en total las contempla a través de las ventanas de cristal.
Esto ha sido sólo el principio de la historia. Vegeta recibió su uniforme de marinera seis meses después de ese primer maravilloso encuentro, después de graduarse de su entrenamiento como esclava sexual. En posteriores fiestas, fue presentada con la gran Sailor Moon; con su esposa Endymia, transformada, como él, en toda una mujer; con su pícara hija Chibi-Moon, insaciable en el sexo; con la dulce Hotaru que se volvería su mejor amiga y confidente, y con todo el resto de las Sailor Scouts, con quienes viviría orgías, relaciones sentimentales y muchas otras excitantes aventuras en este mundo de fantasías.
Un año y medio después, convertida en una profesional del amor de mujer a mujer, sin embargo, enviarían sin avisar a Vegeta a su destino final: el del planeta Nuevo Vegeta, donde la esperaría Gokú. El abnegado artemarcialista no reconocería siquiera pizca de su antiguo rival en esa hermosa niñita que encontró desnuda e inconsciente dentro de una nave, y al conocer por fin a una hembra saiyajin, no vacilaría un segundo en hacerla suya. Aunque experimentada y seguro en los terrenos del amor lésbico, Vegeta afrontaría con horror y una inusitada inocencia la pasión sexual de Gokú, quien yacería con ella repetidas veces, hasta dejarla, apenas a los once años de edad, preñada de triates.
Según Sailor Moon, eso era lo que debía pasar para resucitar a la especie de los saiyajin. Luego de un par de años, asegurada la salud y supervivencia de sus tres pequeños hijos, por petición especial de Sailor Vegeta Gokú sería transformado en una niña de 8 años y encadenado en las instalaciones de un calabozo especial, donde la princesa saiyajin en persona le azotaría todos los días las nalgas con la mano limpia, con un látigo, una paleta y otros implementos. Dos años después de esa penitencia en que Vegeta descargó toda su rabia, accedió a que las Sailor Scouts convirtieran a Gokú en una pequeña bebé, de la que Vegeta cuidaría y posteriormente pervertiría, a la misma edad que a ella le tocó conocer el sexo lésbico por primera vez, convirtiendo a Sailor Gokú en su consorte oficial. Juntas, la Sailor Vegeta y Sailor Gokú protegerían con su pasión sexual el planeta Vegeta, que pronto sería densamente poblado por los descendientes de ambas, creando así una legendaria nueva edad de Paz y Armonía para la raza saiyajin.
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La Educación de Sailor Vegeta (The Education of Sailor Vegeta)
by: malom_shlasters | Complete Story | Last updated Mar 20, 2011
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